esto lo escribió mi amigo bruno, hace unos días, dentro de un e-mail más largo. me gustó mucho, así que lo pongo aquí.
(...) No sé, no sé... iba a decir que una de mis últimas ideas ingeniosas fue una obra de "arte". Se trataba de una obra de arte encontrado. La historia es esta: Leonardo (de ahora en adelante llamaré a mis hermanos por sus nombres, es más fácil) tenía que jugar fútbol un domingo y cada vez que juega tiene que echarse kilos de Dencorub en las piernas. Este Dencorub Forte debía estar gastado porque Leonardo lo abrió y sacó hasta lo último que quedaba en el metal. Eso ocurrió la semana después del estreno de la Pasion de Xto. El muchacho Manos fue a verla el día del estreno, que coincidió con el día de mi cumpleaños, y al día siguiente la comentó a la hora del almuerzo. A mí me dio una especie de envidia porque tenía la atención de todo el mundo y cólera porque yo no iba a ver esa película (además, era el Muchacho Manos!). Diablos (cuántos vendrán?), dónde estaba? Leonardo dejó el estuche de la crema destrozado, abierto en cuatro. Yo lo vi y me pareció un crucificado, estuve dos semanas pensando si debía o no ver esa película. De pronto, tuve una iluminación. Se me ocurrió que debía colocar esos restos de estuche de crema en una tabla y llamar a mi obra de arte: La pasión de Cristo. Un estuche de crema Dencorub del que se ha extraido hasta el último resto dispuesto como si fuera un crucificado. Acaso, no soy genial? Lástima que mi mamá lo vio y lo tiró a la basura... debí haberle puesto el nombre antes.
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)