cárgame, me dice, y yo lo hago. sabes que cuando tengas 15 años no voy a poder cargarte, le repito, y ella asiente con la cabeza pequeña rebalsando de ideas.
así, tania se echa sobre la cama que son mis dos brazos extendidos. sus piernas cuelgan en el aire mientras ella se acomoda, horizontalmente encima de mis brazos, y si tania resbalara de pronto serían peligrosísimos centímetros en caída libre hacia el suelo (no le alcanzaría para decir ¡auxilio!... quizás aux, apenas). pero se trata de una de esas caídas que no sucederán nunca porque ambos nos agarramos bien, y por eso ella me dice cada vez que nos vemos: cárgame.
entonces vamos hacia el jardincito donde las plantas se mueren de aburrimiento. ya, entiérrame, dice tania. y cierra los ojos.
estamos aquí reunidos, etc, digo yo. qué más, dice ella. tania era buena y solo tenía 8 años, añado. entonces empiezo a balancearla, para arrojar su cuerpo como un paquete que se ríe dentro de la fosa que previamente han excavado los sepultureros. a la una, a las dos: y ella ríe con los ojos cerrados. y a las tres: en cámara lenta empieza a caer dentro de la fosa tania. allí es donde ella abre los ojos y dice: ya bájame, que se me va a ensuciar el pelo de tierra.
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)