estos días son de poco hablar y de mucho pensar. el domingo edité 1 minuto del video de mecho, lo cual me alegró. va a quedar precioso, cuando lo termine. lunes y martes he estado frente a la computadora --ventanas cerradas, puertas cerradas, luz apagada, música siempre-- buscando retomar aquel estado de ánimo en el cual escribir la novela es un proceso relativamente sencillo, relativamente contínuo. estoy aproximándome. "hace falta alcanzar cierta edad para adquirir una verdadera desesperación" o algo así, escribió blanca varela alguna vez. qué pena que haya regalado mi poemario cuando fui a chile, tengo ganas de leerla.
(felimente en internet he encontrado estos versos suyos que admiro tanto: "así alumbra su blanco la tiniebla /así nace la interminable coda /así la mosca desova en el hilo de luz //la tierra gira /el ojo de dios no se detiene /qué haríamos pregunto /sin esta enorme oscuridad")
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)