(foto: álvaro hoppe.) hoy se cumplen 69 años del nacimiento de jorge teillier. el bueno de miguel me pasó un mail invitándome a la biblioteca nacional de santiago de chile, donde habrá una lectura de poemas (cosa que hacen todos los años en esta fecha, qué bonito.) pero no podré ir. ahí va una cosita:
   Carta
   Cuando al fin te des cuenta
   que sólo puedo amar los pueblos
   donde nunca se detienen los trenes,
   ya podrás olvidarme
   para saber quien soy de veras.
   Sabrás quien soy de veras
   y los anillos de la corteza del árbol
   serán señal de nuestros desposales,
   y podrás entrar al bosque
   donde te hallé antes de conocerte.
   Y el bosque donde te hallé sin conocerte
   se llenará con las hojas de mis palabras.
   La noche será luminosa de ojos de caballos
   que vienen a beber las aguas del recuerdo
   para que siempre haya un amor que no muere.
   Porque siempre hay en mí un amor que no muere
   y eso te lo dirán los pueblos donde el tren no se detiene,
   y el guitarrista ebrio
   que entona la canción que te escribí
   hará detenerse el remolino de las calles
   para mostrarte el camino hacia el bosque.
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)