ayer estuve donde la voya, porque era cumpleaños de lito. me hubiera aburrido harto, con todo el mundo tomando vino y hablando de fútbol, pero por suerte estaban natalie, francesca y vanessa. y leonardo, que ya puede caminar mientras lo cogen de una mano solamente: sobre el piso de la sala leonardo practica sus torpes, primeros pasos en estos días. va a tener que caminar por todo el tiempo que le queda de vida, o sea que deberá aprender bien. su estilo es como el de alguien que acaba de abandonar la silla de ruedas: levanta inmensamente la pierna, dobla la rodilla como si fuera a patear el aire y escoge un lugar en el piso donde posar el pie: entonces lo apoya, pum, equilibrando su cuerpo con el brazo que tiene libre. ha avanzado tres centímetros quizás. a continuación hace lo mismo con la pierna contraria. leonardo quiere dar vueltas alrededor de la mesa del comedor en estos días: la mesa inmensa del comedor, sobre un piso inmenso lleno de sillones que para el caso son igual que paredes, de color crema.
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)