tengo una admiradora. estas tres chiquitas, juntitas, han esperado a que saliera yo del baño después de clases, para buscar la manera de entablar conversación conmigo. han estado preguntándome cosas y riéndose con unas risitas que, de trasladarse a texto, deberían escribirse como ji. muchos jis a mi alrededor, entonces, mientras estas tres chiquitas recién expulsadas del colegio se decían palabras entre sí, al oído, o simplemente al aire para que yo las escuchara, como "tú le gustas a mi amiga". para variar estuvo bonito. además hacía años que no me pasaba algo así. me quedé con la duda de quién finalmente es mi admiradora, porque estuvieron pasándose la pelota entre las tres.
suena divertido, a quién no le gusta tener un/a fan enamorado/a? tal vez la tactica de las niñas es la acertada para llamar la atención de un chico, uno de estos días la aplico.....
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)
jijijijijijiji