pobre mosca. probablemente entró en mi cuarto cuando abrí la ventana, en la tarde, antes de salir a clases. ¿qué estaría buscando aquí? se ha quedado sentada sobre el escritorio, bajo la luz blanca de esta lámpara, pensando quizás en qué cosa hacer ahora. ¿y su basurita? ¿y su carnecita podrida? no hay nada de eso en mi cuarto, pobre. no pienso abrir nuevamente la ventana porque no quiero que entre el frío. además ella no me fastidia, sentadita como se encuentra bajo la luz blanca de esta lámpara. sus alas probablemente suaves no son transparentes del todo: hay algo tornasolado en ellas. yo puedo distinguir al menos tres colores: cyan, magenta y marrón. sí. hace un momento la mosca posó sus seis patitas sobre el enorme parlante que tengo aquí al lado: como la luz blanca de esta lámpara bañaba su cuerpo, parecía un grano plateado sobre el parlante negro. un extraterrestre de algún planeta sin moscas habría dicho "qué hermoso". como a mí las moscas me dan un poco de asco no pienso en eso, pero sería un bonito acto de justicia que se materializara un extraterrestre aquí, en mi cuarto, para que pudiera verla. aunque ahora está sentadita sobre el escritorio. bsss. (mosca, tu sangre es roja como la mía. yo también estoy en un cuarto grande y desconocido, grande y desconocido, pensando en qué cosa hacer ahora, por ejemplo...) mosca de mierda, estaba escribiendo algo lindo acerca de ti y te has ido volando. regresa. ¿dónde has ido a esconderte? ah. estás sobre la pared blanca. ahorita te mato.
A mí me hizo recordar esos poemas de Heraud sobre insectos, el que empieza con "Señora cucaracha: en verdad no la amo ni un poquito, pero me da pena matarla..." y el otro también sobre la mosca que termina con : "Sólo espero no alimentarla y no verla en mis entrañas el día que si acaso me matan en el campo y dejan mi cuerpo bajo el sol".
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)