mi día favorito es el domingo. casi todas las personas que me interesan vienen a visitarme ese día. hoy, por ejemplo, ha aparecido en mi cuarto tania, con algo entre sus manos. era algodón de azúcar envuelto en una bolsa. me pidió que le abriera la bolsa y luego me invitó de esa porquería rosada, tan rica: se coge con los dedos un trozo enorme y se le introduce en la boca abierta como una O, donde de inmediato se humedece, se encoge y se esfuma, dejando un sabor dulce y tupido sobre la lengua, junto con un rastro de colorante rojo... "hay que ponernos los zapatos para jugar a las escondidas" dijo luego tania, pero le respondí que me daba mucha flojera. "a ti todo te da flojera" me respondió. "así vas a tener muchos problemas".
"en cambio yo, nada me da flojera. solo me da flojera estudiar y hacer las tareas. pero cuando juego, juego con todas mis energías".
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)