1. ya sé quién es mi admiradora. es una chiquita tan pequeñita, tan obscenamente púber que yo no tendría ni idea de qué hacer con ella. quiero decir, parece que aún le faltara aprenderse bien la tabla del 9.
b. jorge fue a recogerme hoy a la alianza. me ha enseñado las fotos que ha tomado últimamente y están bastante bien. o sea que me siento orgulloso de él. finalmente, pienso, ha encontrado algo que disfruta y para lo cual tiene talento. hemos estado dando vueltas por miraflores con akito.
trois. no sé quién le había regalado a jorge un pellizco de yerba... el hecho es que hemos fumado un batecito suavecito, agradable, y después de larguísimo tiempo he experimentado esa sensación plácida de tener cucarachitas corriendo por las sienes. hacía frío, así que compramos helados. me parece que hay pocas cosas que puedan compararse a ir terminando despaciosamente una bola de helado de vainilla con manjarblanco y tetrahidrocannabinol, en la calle, en invierno...
IV. hildebrandtha transmitido hace cinco minutos un extracto de un documental sobre bukowski. qué pena no haber visto la primera parte. sigo preguntándome si habrá por ahí una copia de su aparición en apostrophe en 1978. bye darling, me voy a dormir.
pienso muy parecido en eso que dices de jorge, a mi las fotos me gustaron tambien y si, parece que le gusta y esta bien con lo que esta haciendo. eso es bastante.
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)