[quelques minutes de la fureur] compré caretas hoy, para ver cómo había salido mi cuento. para variar, el cuñao este de molina no ha entendido nada de nada porque la ilustración que ha hecho, aparte de monse, no tiene mucha relación con mi historia. el pata que sale allí, por ejemplo: parece un adolescente y no un niño de 5 años. en fin. luego chequeo el cuento y me doy con la sorpresa chinchosísima de que en la revista han cambiado algo; en concreto, han puesto unas comillas donde yo JAMÁS habría puesto comillas. me parece una falta de respeto tremenda, sobre todo tratándose de un texto literario, pero así sucede (casi) siempre con los correctores de estilo, que serán muy buenos en ortografía y gramática pero que de literatura no saben nada... ya me sucedió en el comercio con la crónica de broncano. y lo peor es que ni siquiera consultan.
ya. ya se acabó mi rabieta. sé que no le importa a nadie excepto a mí, pero yo desconozco la versión del cuento que ha salido publicada en caretas.
Si te refieres a "Jirafa", tienes razón, las comillas son absolutamente innecesarias (al igual que la mayúscula, que veo que en tu cuento no están y debió ser respetado eso también)
tu rabieta la entiendo. al leer nuevamente tu cuento en la revista y recordar la sensación del cuento original, esas comillas y esa J fueron como estar jugando con los dedos en la mantequilla, y de pronto, encontrarse un anzuelo (en forma de J) sí, en la caricatura el niño parece el amante joven de la señora y no su hijo. además tienen cara de culpables, tristes y angustiados. (me has pasado tu rabieta, creo)
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)
al leer nuevamente tu cuento en la revista y recordar la sensación del cuento original, esas comillas y esa J fueron como estar jugando con los dedos en la mantequilla, y de pronto, encontrarse un anzuelo (en forma de J)
sí, en la caricatura el niño parece el amante joven de la señora y no su hijo.
además tienen cara de culpables, tristes y angustiados.
(me has pasado tu rabieta, creo)