he encontrado en internet un artículo del washington post donde el niño de aquella fotografía de diane arbus, "Child with a toy hand grenade in Central Park, N.Y.C. 1962", ya crecido obviamente, habla algunas cosas. nuevamente se menciona la hoja de contactos de aquella sesión, que ha estado expuesta al público a inicios de año en el MOMA de san francisco. (esto con motivo de la publicación de "Diane Arbus: Revelations", con hartas notas biográficas, un libro que yo desearía realmente tener pero cuesta como $100). en fin, corto el rollo. ahí va una cita que me gustó mucho.
"There's a sadness in her that she also saw in me," one of Arbus' better known (though at the time anonymous) subjects told the San Francisco Chronicle recently. Arbus, the subject went on, responded to "this need, which was very big in me at the time, to be appreciated or paid attention to."
The speaker is Colin Wood, failed actor, now insurance salesman, father of two, and son of a 1931 Wimbledon champ, who happened to be in Central Park in his odd short pants – and toy hand grenade – in 1962 when Arbus encountered him.
"That grenade was one of two I bought at the five and ten," Wood told freelance writer Hugh Hart. The second one went out the window when I tried to blow up the alley behind our apartment..."
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)