la inauguraron hace 2 semanas pero yo he ido recién: proyectaban "fanny & alexander" de bergman. la filmoteca, experimentada en vivo y en directo, me ha parecido una mierda. o sea que mis temores se confirmaron. el auditorio estuvo conformado mayormente por tías con tarros de tinte en la cabeza y parejas de enamorados comiendo canchita, todos felices de poder ver una película que los hará parecer más interesantes después. a mí la nueva ubicación de la filmoteca se me hace más cercana, pero añoro muchísimo la del centro de lima: la oscura, añeja, arcaica filmoteca del centro de lima con sus butacas de madera y su público conformado básicamente por jubilados, gente que vive en el centro, estudiantes de san marcos, grises empleados ministeriales, cinéfilos. ¿irán ellos hasta san isidro a ver sus películas? lo dudo. además ahora la entrada cuesta 10 soles, casi el doble de lo que costaba antes. en la otra filmoteca nadie vendía canchita, y por tanto la pobre señora norma no tenía, como ahora, que decir antes de la función que por favor no hicieran ruido con las bolsas —la pobre hasta repartíó unas bolsas "no ruidosas", para que la gente vertiera allí lo que sea que hubieran comprado— y que apagaran los celulares. aunque igual sonó al menos tres veces el juguete de algún idiota ("¿aló? ahorita no puedo hablar porque estoy viendo una película")... o sea que he sentido lo de siempre: que cada vez más en este país la cultura es un artículo de lujo, y cada vez más, también, un adorno para que algunos y algunas la exhiban sin aprender nada de ella. qué pena. lo que es yo, trataré de ir lo menos posible a ese lugar.
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)