Declamo el heroísmo
De los héroes
Que se dejaron matar
Hace siglos
Para que hoy sea feriado
Cuando bajo del proscenio todos aplauden
Y ahí nomás se olvidan
De mi pequeño heroísmo
Por la tarde mamá nos dice
Tu papá segurito
Ya se quedó tomando
Pero yo sabía que no era cierto
Papá andaba en batallas
Más solitarias y tristes
Y cuando volvía a casa
Tambaleándose por las noches
Lo oía trastabillar desde mi cama y
Arrojar cansado sus armas pero
Nunca me atreví a saltar a
Su encuentro y preguntarle
Si
Había ganado.
Título de un post que nunca postearé "Cómo sobrevivir al 28 de julio sin cable y no morir en el intento además de comer una bolsa de 50+2 chocolates Olés y que no se reviente el hígado".
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)