día bonito, sin mucho aspaviento. me encontré con jorge y fuimos a ver a mecho a la casona de san marcos: mecho está preparando una coreografía y quiere que lo ayude con las luces. la verdad, eso me da un poco de miedo. pero me imagino que así debe ser. es una coreografía de diez minutos, sobre una pieza de arvo pärt muy sencilla y muy triste. se me han renovado los entusiasmos por terminar de editar ese videoclip que empecé como en marzo: dice él que podrían tenerlo en exhibición en la casona o algo así. fui a la alianza, nos tomaron un control y me saqué el primer jalado en estos cinco meses de clases: 6/12. es porque me tiré la pera el jueves pasado, justo cuando explicaron lo del imparfait... esta chiquita, a la que yo seguiré llamando sencillamente "mi admiradora", se sentó a mi lado y estuvo sonriéndome toda la clase. yo estuve sonriéndole a la chica que se sienta al frente mío, pero ella levantaba su mentón orgulloso y pelusiento, y sus ojitos de estudiante de medicina avec des lunettes me esquivaban sin sentir ninguna culpa... ya vas a ver carajo, ya vas a ver.
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)