jueves, agosto 05, 2004


la poca capacidad de juego de alguna gente me parece alucinante. qué huevón que soy, en todo caso. me vengo del playland park... me gasté como 50 lucas, lo cual para mi situación actual es demasiado, y probablemente tenga que sacar plata del banco antes de fin de mes, pero no importa. estuvo bonito, porque todo el parque tenía un aire a decadencia, a cosa que se está oxidando, y se escuchaban cumbias o algo así. el suelo era de piedritas y siempre había un palito de helado tirado por donde uno viera. faltaba un perro muy flaco dando vueltas, o una señora dándole el pecho a su hijito pero eso lo compensaba ampliamente la fachada del CASTILLO DEL TERROR. alguien había pintado allí a un freddy krueger muy digno de aparecer en una antología de lo que sea... había un globo saliendo de su boca: "¿Hay vida más allá de la muerte?" decía. y algo más. debimos haber entrado...

hemos subido dos veces a la montaña rusa, que puso feliz a francesca, y luego a un juego que no me acuerdo cómo se llama. yo había sido muy sincero con ella, diciéndole: allí no me subo. pero francesca insistió tánto... a pesar de que la gente allá arriba gritaba tánto... y ni modo, bajo la política aquella de que uno no puede crearle inhibiciones a cualquier persona que mida menos de 1 metro cuarenta, y a pesar de que uno tenga derecho a cobijar sus propios terrores (a que el asiento diminuto de fibra de vidrio salga limpiamente volando, por ejemplo, con uno adentro, para luego aterrizar en plena avenida aviación: yo lo he visto alguna vez en el noticiero mientras los conductores se reían) me subí con ella. los gritos son buena publicidad para cualquiera de esos juegos, pero en realidad no resultan siendo mucha cosa. eso pensé yo, al menos. pero francesca, sentada a mi costado, hasta entonces absolutamente sonriente y contenta, se quedó callada cuando la máquina empezó a funcionar, y mientras nos iba dando vueltas en el aire y nos ponía de cabeza y nuestros pies apuntaban hacia una nube y entonces empezaban a interactuar con nosotros todas aquellas fuerzas que en la clase de física se señalan con flechas y letras griegas, yo dejé de escuchar a francesca. en medio del ruido que hacían la máquina, el viento, y los demás pasajeros con la boca abierta todos, yo creí por un instante que ella estaba llorando de miedo. no podía verla, porque estaba enterrada en su asiento. ya antes me había susurrado "me quiero bajar, voy a caerme..." frente a nosotros había una chica que yo encontré muy linda, y cuando la máquina nos ponía de cabeza sus cabellos se expandían como un asterisco y yo pensaba si habría alguna manera de tomar fotos estando allá arriba.

la frase que más me ha gustado hoy ha sido "¡qué horrible! ¿subimos otra vez?".

cuando nos fuimos compramos churros. qué sería de los parques sin aquellos churros fríos, con poco manjarblanco adentro, de a sol la bolsita.


8:18 p. m. [césar]
  
  • Anonymous Anónimo:
    Me recuerdo los días en que me subía al Tagadá y acababa con un dolor de espalda de la puta madre, pero ya no he vuelto a cometer ese error. Ni al Gusanito me subo ahora, que es la versión monse de la Montaña.  
  • Anonymous Anónimo:
    alguien comia algodon dulce en el playland park?? un asco la cuestión... terminas lleno de pelusitas dulces y empachado a muerte--