miércoles, octubre 03, 2007

así empieza

el cuento que dejé a medias hace dos semanas. voy a retomarlo mañana. es relativamente fácil empezar bien un cuento; también es relativamente fácil terminarlo. lo difícil es escribir lo que va al medio.

Entraron los dos juntos, sin decirse nada, y mientras el ascensor descendía se puso a mirarlo. El niño no se daba cuenta porque tenía los ojos cerrados: cuando los abrió ya estaban en el primer piso. Era sábado. Invierno.

El niño tenía la mirada ligeramente estrábica, fascinante; como empujada hacia adelante igual que un ave de presa. Había sin embargo un principio contradictorio en él: su cuerpo no era conciso, de huesos afilados como la cabeza insinuaba. El cuerpo que tenía ocupaba un poco más de espacio. Tenía cinco años. Tal vez seis. Si el hombre hubiera sugerido que lo habían metido a la fuerza en la casaca negra, que parecía sacada de una antigua película de esquimales, difícilmente habría sido recompensado con una sonrisa. Probablemente lo que habría obtenido –sobre todo esa tarde– habría sido una larga mirada de desprecio. Habían bajado ellos dos primero porque la madre no terminaba aún de vestirse. Hubo un sonido ronco afuera del ascensor: la puerta mecánica empezó a esconderse, el niño asomó al pasadizo dando un salto y luego corrió hacia el aparcamiento moviendo los brazos como si estuvieran incendiándose. El hombre lo seguía de lejos.


10:47 p. m. [césar]