ayer pude por primera vez utilizar mis nuevos poderes. me costó un poco de trabajo al principio, pues apenas subido en la combi, para irme a estudiar, subió también el señor alfaro (el jardinero que trabaja en mi condominio.) mi primera reacción fue, claro, hacerme el loco. yo estaba sentado en la última fila y él en esa especie de banquita que los transportistas se han inventado, en la parte delantera de la combi, de modo que siempre estás de cara a los demás pasajeros. al final decidí seguir haciéndome el loco, aunque luego se me ocurrió que debí haber saludado al menos. mal comienzo, pero yo pensaba: de qué voy a conversar con el señor alfaro... y no se me ocurría nada... lo único que yo le he dicho toda mi vida es "buenos días señor alfaro" y él me ha respondido, con su voz de señor de setenta años al menos "hooola... (pausa para recordar mi nombre)... césar".
lo que pasó desde allí hasta las 6 p.m. prefiero guardármelo para mí, por simple pudor y porque en letras de imprenta luce bastante idiota. pero no estuvo mal. au contraire. mis nuevos poderes están empezando a servirme, aunque debo perfeccionarlos.
a las 6, terminadas mis clases, obed fue a verme. para variar nos hemos reído mucho. estuvimos dando vueltas por miraflores y por alguna razón terminamos en larcomar. este invierno, definitivamente, será especial: ayer miraflores estuvo habitado por una niebla como yo nunca antes había visto, los letreros luminosos apenas sobresaliendo de entre la espesura gris, la gente como siluetas negras que se hundían o aparecían. hasta donde recuerdo nunca ha habido tanta niebla en miraflores. no se veía el mar, al menos desde donde estábamos. era como estar frente a un ecran sin ninguna película proyectándose. pero el mar sonaba... obed decía cosas y el vaho salía de su boca como pequeñas ideas escapándose y a nuestro alrededor solo había niebla y letreros luminosos a lo lejos. si levantabas la mirada, a la luz de los postes veías las millones de gotas de agua viajando juntitas en el aire, ayudadas por el viento, un día van a salirnos branquias...
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)