nunca fui muy bueno para esas cosas pero hoy, por primera vez en mi vida, maté dos moscas de un solo y certero golpe de matamoscas. antes yo trataba de aniquilar a una sola y siempre ella se iba volando microsegundos antes. sus seiscientos ojos se daban cuenta de todo. y sin embargo, ahora, me sucede esto. encuentro asombroso que en un momento ambas moscas estuvieran sobre la mesa, moviendo sus cabezas como solo ellas saben hacerlo, muy cercanas la una de la otra, y al momento siguiente ambas fueran unas bolitas negras sin vida, adheridas a un matamoscas de plástico azul. (nunca ha habido moscas en mi casa pero ahora que ha empezado el invierno aparecen por la cocina, casi siempre en grupos de a dos... mi vieja dice que es debido al perro del vecino, yo creo que entran porque afuera hace mucho frío.)
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)