mírame mientras lo haces, le indicaba yo. y ella obedecía.
me gustaría que este blog volviera a servirme de desahogo ("buzón de quejas" lo llamaba antes, pero ese nombre no me parece ya adecuado: el hábito de quejarme... quiero que desaparezca por completo). tántas y tántas cosas que asoman a mi cabeza, y que a veces se quedan girando. pero de pronto siento que no poseo más ese vedettismo que antes me permitía contar algunos de mis secretos por acá (¿para quiénes? ¿para quién?). no quiero forzar la evolución de esta vaina, en todo caso. o sea, no quiero que el blog esté entre mis preocupaciones habituales. solito encontrará su camino.
e-mail de una editorial dentro de mi bandeja de entrada:
Estimado Cesar: Vamos a leer tu texto. Escribeme en un par de meses, por favor, para pasarte los comentarios.
¡un par de meses! tiempo suficiente para perder por completo el interés en publicar mi libro. tengo aún sentimientos encontrados con el título, además: "un sol que en invierno"... me inclino a pensar que está bien, aunque nunca se sabe.
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)