escena en la segunda planta del san antonio de chacarilla.domingo en la noche, llenísimo.
-ya ceci -le digo. -cuando nos paremos vas a quedarte un ratito en ese sitio de ahí mientras yo despego los dos chinches que quedan de ese poster de björk...
-¿qué? -dice ella. -¿para eso te levantaste hace un rato, para despegar unos chinches?
-sí -digo. y le enseño los dos chinches que saqué hace un ratito, muy caletamente...
-ni loco creas que voy a ayudarte a hacer eso -se ofusca ella. es mi hermana.
-nooo -interviene la esposa de mi papá -seguro hay un ojo que te está vigilando y te fotografían.
-qué roche -dice mi hermana. y el asco asoma en su rostro con nariz de catálogo -petite plastic surgerie, bien sur.
pero si no es gran cosa, digo yo. además el concierto es pasado mañana: ya cumplió su función el poster... si no es gran cosa por qué no pides el poster, dice mi hermana... en teleticket seguro puedes conseguir, dice la estúpida esposa de mi papá... etcétera. a mí mismo me extrañó la manera como este diminuto episodio me violentó.
AJ. qué ausencia de sentido del juego, de travesura. pobrecitas.
lo cierto es que me llegaron al pincho ambas. y tú también, lector. pude haberme acercado yo solo e igual arrancado el poster, pero me resultó imposible porque por un instante -uno chiquito: gracias, meditación- me sentí tan inmensamente infeliz por estar rodeado de familiares tan...
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)