¿existe contradicción más evidente que esta: una artista -alguien que se ha pasado la vida agazapada tras una verdad, 'su' verdad más que sea- y un político? aprista, además... que de repente ni siquiera ha leído a la artista. prejuicio, sí, pero te apuesto.
y la mira desde arriba... no sabía que blanca varela estaba ya tan enferma. 'rapidito antes que se muera' habrá pensado alguien en el congreso. pobre. de veras. una medalla. y después martha hildebrandt presenta un libro sobre tu obra.
la época de los grandes poetas peruanos está terminándose. cuando falleció watanabe... recuerdo que me impresionó que no hubiera más gente en su velorio. enrique victoria, el segundo día de velorio, con el féretro abierto y las varitas de incienso humeando, con autoridad y con elegancia entonó un cántico frente al ataúd, en japonés, creo, y yo hubiera querido preguntarle qué era lo que significaba. pero como no lo conocía... en cualq. caso me parece un reconocimiento bello: de un artista a otro. reconocimiento que, por último, merecemos todos los seres humanos por el sencillo hecho de tener cuerpo y poder respirar.
la poesía no sirve para nada.
(no debí haberme hecho el loco las últimas veces que vi a watanabe en algún lugar... sobre todo porque fue él quien escribió tan generosamente esa carta para mí, recomendándome para la beca). tengo que retomar su página web. terminarla.
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)