
  
hace no c cuánto esta sensación: voy a ponerme a llorar. y nada. todavía.
  
en letras pequeñas pensaba. sonreía: niña enmudecida besando la ventana. fría es mi ventana: pupilas dilatadas de la niña desvestida. el invierno es con las tardes. y florecen los deseos. perros se alargan en las carreteras, flechas: muerde viento. lloran perros en la niebla.
las ventanas son cosas que se rompen. invierno las ama. triste como una erección, caminabas el pasillo con tu erección: ticket del bus, una mirada. y quisiste tocar a la muchacha que se había sentado adelante: enmudecida, volada... la ventana del bus es una pizarra donde ahora escribes “los únicos invitados a mi santo serán las cucarachitas, kitty”.
mas en tu cabeza un coro silba. me hundiré contigo en sueños. caen piojos llamados agujas llamados la sed en invierno.
  
El niño tenía la mirada ligeramente estrábica, fascinante; como empujada hacia adelante igual que un ave de presa. Había sin embargo un principio contradictorio en él: su cuerpo no era conciso, de huesos afilados como la cabeza insinuaba. El cuerpo que tenía ocupaba un poco más de espacio. Tenía cinco años. Tal vez seis. Si el hombre hubiera sugerido que lo habían metido a la fuerza en la casaca negra, que parecía sacada de una antigua película de esquimales, difícilmente habría sido recompensado con una sonrisa. Probablemente lo que habría obtenido –sobre todo esa tarde– habría sido una larga mirada de desprecio. Habían bajado ellos dos primero porque la madre no terminaba aún de vestirse. Hubo un sonido ronco afuera del ascensor: la puerta mecánica empezó a esconderse, el niño asomó al pasadizo dando un salto y luego corrió hacia el aparcamiento moviendo los brazos como si estuvieran incendiándose. El hombre lo seguía de lejos.
  

¿para qué retomar un blog abandonado durante tanto tiempo? (encuentro fascinante constatar que muchas de las entradas ya no me representan: césar 2004, qué distinto eres del césar 2007).
tampoco tanto, no te alucines.
cállate. cosas que sucedieron en tres años: dos cosas, que en realidad no son cosas. mi estancia en la india, gracias a la beca de la unesco -yo tendría que haber publicado ya un libro agradeciéndoles el apoyo económico y etc.- y romy. romy. ambas cosas que no son cosas me modificaron, supongo. supongo que para bien, además (gracias).
Y por fin
la mirada en este viaje
que yo anduve esperando
resultó ser la mirada de hambre
de un perro escuálido. El perro miró en mis ojos
sin hacerse esperanzas
y en mis ojos
con todas las secretas esperanzas. Me miró
como una niña gorda con su vestido blanco
que sueña con la tarde del baile.
La tarde en que todos los espejos se levantarán para aplaudirla.
Medio pan para ti, medio pan para mí.
Gracias tío.
Y chau.
se me ocurren un montón de razones para retomar esto. pero no diré ninguna, puesto que la principal es oscurosa, oscurosa. así nomás retomo este blog.
  

