...te contaré que ando más o menos estable por estos días, cher amie. la vida me gusta, con todas las cosas negrosas que trae consigo. hoy salí a dar una vuelta y me ha gustado. hay que aprender un montón de cosas de los árboles, pasu, sobreviven... hoy vi sobre la madera gris de un árbol el diminuto, realmente diminuto cuerpo de una arañita, muerta quién sabe cuándo. el paralizado cuerpo estaba allí, sobre la tela que el viento acariciaba apenas: seguramente murió mientras caminaba la arañita y ese fue un evento más, sin mayor o menor importancia que poner huevos o coser hilos, silbando bajo el sol. (yo quería escribir acerca de mi paseo de hoy, acerca de muchas cosas pero no puedo. cómo podría explicar que las zapatillas blancas que usaba un tipo mientras iba cruzando la pista hacían que sus pasos fueran leves, deliciosos sobre el asfalto... o ese contraste que mucho me gusta entre el color del pasto y la tierra mojada.)
pienso mucho en mi futuro estos días, sabes. me imagino viejo y siento curiosidad por saber en qué andaré metido, qué cosas estaré pensando, cómo será mi rostro. la vez pasada, por ejemplo, estuve en casa de mi abuelita. ¿te llegó ese e-mail? allí te contaba que me gustaría llegar a los ochenta años así, no siendo ya mucho hombre o mujer, sino viejo a secas. seré gordo y te miraré con cara de no-tengo-ni-idea. qué maravilla.
"...¿Quieres que te confiese una cosa? Escribir es sólo apasionante como perspectiva, como proyecto, como necesidad. El ejercicio mismo, en cambio, es fatigante, atrozmente penoso. Es una especie de masturbación maniática, que se prolonga y lo devora a uno, lo aísla de todo, lo desrealiza. Te juro que por momentos tengo la impresión de dejar de vivir. Quisiera salir, tener toda clase de aventuras, tomar trenes, barcos, hacerme gángster, guerrillero, viajante de comercio, cualquier cosa que signifique un mínimo de riesgo y tránsito físico. La vida puramente intelectual es absurda y triste, sólo admirable en los otros. En otros tiempos, uno podía escribir estimulado por ciertos espejismos: la gloria, el dinero. He leído una maravillosa frase de Balzac: "los orígenes de mi vocación, de mis libros y de mi vida, son exclusivamente pecuniarios". Pero hoy día uno escribe casi sin esperanzas, para llenar ciertos vacíos y deficiencias, para desquitarse de algo anormal. ¿Quién puede creer ahora que una novela va a cambiar algo y si así fuera, qué mierda me importa si yo no seré jamás el beneficiado? Creo que la condición intelectual privilegiada es la del estricto lector. Vive y cuando quiere coge un libro, vuela un rato, lo cierra y regresa. A mí me jode horrores vivir volando, no quiero pasarme la vida como un cometa. Estoy irritado con mi vocación, sobre todo porque ya no hay marcha atrás posible, si no tuviera tiempo para escribir me sentiría desesperado. Pero pienso que hubiera sido mil veces preferible otra vocación, menos exclusiva y tiránica, más sociable y concreta. He estado leyendo las cartas de Flaubert y no hay nada más espeluznante ni conmovedor. Es horrible llevar una vida de trapista sin creer en el paraíso." (la carta no es mía, pero no importa.)